Block de hojas amarillas: abril 2007

03 abril, 2007

He oído el futuro de la música bajacaliforniana y se llama Tonalli Magaña

En un medio, como el de la música clásica o de concierto, tan conservador en gustos y tendencias, tan poco propenso a ver las manifestaciones artísticas más allá de una interpretación de obras consideradas como clásicas, es sorprendente descubrir a un joven compositor bajacaliforniano que avanza sin problemas hacia la creación de composiciones musicales que se plantean, sin tapujos pero también sin escándalos, como parte de las corrientes actuales de la música contemporánea.

Por eso y siguiendo aquella frase famosa de un crítico de rock con respecto a Bruce Springsteen, al escuchar las composiciones de Tonalli Magaña Guzmán (1979) he oído, sin duda, el futuro de la música bajacaliforniana. Tonalli no es alguien ajeno al medio artístico de nuestra entidad, ya que es hijo del escultor tecatense Salvador Magaña, quien ha hecho del cerro del Cuchumá su espacio sagrado de creación matérica y de ensoñación personal, y de Evangelina Guzmán, reconocida promotora cultural.

Tonalli estudió de 1997 a 2001 en la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana y en la Escuela de Sonido en vivo en Xalapa, luego tomó cursos de música para cine y de ingeniería en grabación en Los Angeles Workshop y en la University of California Los Angeles entre 2001 y 2002. Ha compuesto música para cine y para grupos de danza contemporánea.

En 2005 comienza Tonalli Magaña un proyecto de composición gracias al apoyo recibido por el Programa de Estímulos a la Creación Artística que otorga el Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Baja California. Este proyecto consiste en la creación de una serie de piezas musicales utilizando la tecnología computacional, con lo que sus partituras se graban por medio de programas especializados para compositores que no cuentan con la posibilidad, onerosa y compleja, de tener una orquesta a su disposición.

Para 2006 ya es audible el resultado creativo de este proyecto que está conformado por seis piezas que, en promedio, tienen una duración de 4 a 5 minutos. Las composiciones son: Anacroma, Vientos del puerto, Galopa Cuchumá, La travesía rumorosiana, Fauna de la Antigua California y Flora de la Antigua California.

Como los mismos títulos de las piezas lo indican, la obra de Tonalli Magaña Guzmán es un homenaje a ciertos puntos geográficos y paisajes de nuestra entidad. Si formalmente su obra abreva en distintas corrientes musicales (desde el minimalismo a la Steve Reich y Phillip Glass hasta el expresionismo a la Silvestre Revueltas, pasando por el jazz contemporáneo y la música ambiental), su contenido está íntimamente relacionado con la música clásica latinoamericana del siglo XX (Villalobos, Ginastera, Márquez, Piazzola, entre otros). Y en términos locales, el único compositor que veo cercano a su concepción de la música como brevedad y potencia es a Alberto Núñez, el músico argentino-mexicano que hoy dirige el Conservatorio de la Orquesta de Baja California y que no desdeña incursionar en la música popular sin necesidad de reducir ésta a una fórmula sin riesgos, agradable para las masas.

La música de Magaña Guzmán nos gana, sin embargo, no por sus títulos regionalistas o por los aires locales que pudiera imprimirle a sus composiciones, sino por una capacidad de encantamiento en cuanto a la creación de atmósferas, por una ligereza melódica que no se queda en la simple melodía.

Con una estructura flexible y bien entretejida, con un ritmo a veces sutil y otras veces vigoroso, nuestro compositor logra sortear las trampas mortales en que han caído muchos de los compositores bajacalifornianos: la pomposidad y la grandilocuencia. Las piezas de Tonalli son de una sencillez que no rehuye lo complejo, de una intuitiva conceptualidad que nunca se abandona al gozo intelectual sin añadirle a éste el gozo estético y el gozo corporal.

Si en ocasiones, como en Galopa Cuchumá, el ritmo trepidante toma la batuta, en otras ocasiones, como en Anacroma, las texturas crean una melodía panorámica, donde el paisaje surge sin que requiera aires folklóricos o muletillas nacionalistas. Y es que Tonalli Magaña Guzmán, a pesar de su juventud o tal vez gracias a la misma, es un compositor que no busca congraciarse con el público, que no pretende guiñarnos el ojo para que lo aceptemos en toda su valía.

En cada una de sus composiciones, Tonalli también nos ofrece algo que vibra más allá de nuestro gusto: una resonancia que une el juego experimental con la belleza sin concesiones, sin cursilerías melodramáticas. No hay, en sus piezas, nada meloso, nada emotivo en su chantaje estético. Hay, en síntesis, pureza y levedad, ritmo y sutileza, brío y veracidad. Obras que responden, sin medias tintas pero también sin estridencias, a un vuelo musical que no tiene antecedentes, por su libertad creativa, por su simplicidad pop, en la historia de la música bajacaliforniana.

En conjunto, la obra de Tonalli Magaña Guzmán es un galope creativo con todo el siglo XXI por delante. Un redoble para que la fiesta del arte tenga en la música joven un viento en marcha, una travesía absolutamente venturosa.

Tonalli Magaña en myspace.

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