Block de hojas amarillas: Las buenas intenciones para ir al infierno

01 agosto, 2005

Las buenas intenciones para ir al infierno

Creo que la ciudadanización de la cultura, esa nueva bandera que la demagogia foxista nos dio, es una ejemplo perfecto de buenas intenciones, pero, como ya lo se?alara el bueno de Dante, el camino al infierno está empedrado de buenas, buenísimas intenciones. Me explico: pensar que los ciudadanos se involucren en la cultura o en el desarrollo de las instituciones culturales parece a primera vista un logro democrático. También el socialismo real y la globalización lo parecieron en su tiempo. Pero yo veo que la marcha de la educación pública no ha sido mejor ni más efectiva con la presencia de representantes ciudadanos en las instituciones educativas. Los comités de padres de familia han pasado a ser minutemen o vigilantes de todo aquello que sus prejuicios o supersticiones, en cuanto a sexualidad, historia patria o minorías étnicas o religiosas, lo que los induce a ver cualquier disidencia o cambio en el proceso ense?anza-aprendizaje como un ataque a su ideología de clase media conservadora en valores y restringida al histerismo noticioso de los medios de comunicación. La ciudadanía entonces tiene el poder de decidir pero no siempre tiene la razón de su parte. Imaginen ahora el campo del arte: ciudadanos ejemplares, ordenados y santificados por sus creencias censurando lo que les parece censurable (desnudos, palabras altisonantes, expresiones alternativas o que desafían el “buen” orden de la sociedad). Y esto me recuerda a los comités de Salud Pública que el buen ciudadano Robespierre estableció para beneplácito del sindicato de verdugos y los fabricantes de guillotinas. Ahora, seguramente, se les llamará contralorías o tribunales de lo contencioso cultural. Aparatos burocráticos para eliminar adversarios bajo el manto modosito de proteger los derechos culturales. Las dictaduras siempre comienzan tratando de proteger a los ciudadanos de la corrupción reinante con leyes más estrictas y vigilancia generalizada para seguridad de la comunidad, comunidad que al final acaba peor que antes y formada únicamente por delatores y policías.

Por otra parte muchos dirán que la ciudadanización en la cultura es otra cosa, que los representantes ciudadanos serán los propios artistas y promotores culturales, lo cual viene a ser algo aterrador: veo a artistas locales que se han quejado de múltiples afrentas en determinadas instituciones en cuanto pueden ya están pidiendo apoyos o subsidios a sus compa?ías o agrupaciones como un privilegio divino e inobjetable; veo a buscachambas profesionales que nunca han podido salir de la mediocridad por falta de disciplina artística ser los primeros en alzar la voz para que las instituciones los traten como ellos desean ser reconocidos: con un puesto burocrático, con un podercito a la medida de su genio; veo a intérpretes para los que el arte sólo debe ser lo bello y lo sublime y cualquier cosa no clásica no es arte que piden que la cultura sea moralmente aceptada por el concilio de Trento o no es cultura; así que para que esto no se convierta en un infierno donde los bribones se dan golpes en el pecho y los cínicos se disfrazan de abuelitas sonrientes, pienso que se necesita primero acotar qué es un representante ciudadano en términos igualmente transparentes y factibles:

1.- La ciudadanización de la cultura se debe constituir por creadores-promotores que no intentarán imponer su visión del mundo al resto de la comunidad artística: nadie se prestará al juego de los poderes, pero luego pienso en Dante y creo vislumbrar a la condición humana en todo su terrible esplendor: representantes culturales que verían el cargo como un puesto político, como un poder con sus respectivas recompensas por ser intermediarios en apoyos financieros, como una posición para su grupo en particular y no para la comunidad artística en general. Serían, pues, nuestros diputados culturales, con sus divisiones partidistas o nativistas, en sus curules del arte y cultura. O los funcionarios del IFE del arte como árbitros para el juego del beneficio personal. Luego habría tribunales para desaforar a funcionarios y creadores por igual por no cumplir las altas expectativas del arte o la cultura. Luego habrá el gran hermano cuidando que todos sean felices en conjunto, como el camarada Stalin pedía: que cada artista sea parte de la gran maquinaria propagandista y reciba en recompensa su dacha, su pensión, su manual de lo políticamente correcto e incorrecto, de lo legalmente aceptable o inaceptable. Claro, eso es pura especulación. Pero en un país petrificado en normas, códigos, leyes, prefiero la regla simple de cada quien según su esfuerzo, de cada uno según su mérito. El talento individual sobre el sindicalismo protector del gremio cultural. Apuesto por el mérito propio sobre una igualdad que hace tabla rasa de las peculiaridades de cada uno de sus integrantes para quedar bien con la masa vociferante.

2.- La ciudadanización de la cultura será, para los representantes ciudadanos, una actividad no remunerativa y la cual tendrá una simple normatividad ética: A) No se promoverá a los allegados, familiares o miembros de tu mismo grupo artístico, de tu misma empresa o del foro artístico o escuela de artes o humanidades que diriges o en la que trabajas; B) No será representante ciudadano el que no cuente con una trayectoria reconocida en la creación artística o la promotoría cultural; C) No se verá el cargo como un honor sino como un trabajo por los demás, no importando los costos personales; D) No se hará negocios de ningún tipo ni se utilizará como trampolín para cargos institucionales; E) No se podrá chiflar y comer pinole: el artista que obtenga un puesto cultural dejará automáticamente de pertenecer a cualquier agrupación independiente y no tendrá ingerencia en los consejos ciudadanos. El FOCUC lo tiene establecido en sus estatutos, pero las demás agrupaciones se hacen de la vista gorda ante semejante acto de corrupción. Y es que ya se ha visto a numerosos héroes culturales que, después de formar círculos o agrupaciones para luchar por los derechos culturales, adquieren un puesto gubernamental como recompensa por sus manifestaciones de protesta. Y luego comienzan a repartir puestos a sus camaradas en armas y luego declaran: se acabó el tiempo de las quejas, es la hora del deber (con la marcha de Zacatecas de fondo) y su rebeldía desaparece para dar paso al funcionario gris, al promotor que alaba todos los actos de gobierno. Aclaro: del gobierno al que él o ella pertenecen.

3.- Se dice que la ciudadanización de la cultura no será utilizado como fachada para censurar en nombre de la ciudadanía –cosa que ya ha ocurrido en otras organizaciones no gubernamentales como el nefasto grupo Pro Vida en el ámbito nacional o Las mujeres libres a favor de la democracia en el ámbito local- sino que redundará en un grupo de asesoría para cuestiones vitales en el desarrollo del arte y la cultura de nuestra entidad. ?Necesitamos algo así, me pregunto? Por supuesto. ?Pero no es esa la labor que muchos de nosotros hacemos, sin más remuneración que una buena polémica, en los medios a nuestro alcance? Así es. ?Entonces para que crear un organismo de vigilancia si cada uno de nosotros podemos cuidar nuestras manifestaciones artísticas y nuestras instituciones culturales desde nuestras respectivas trincheras o ideologías y no bajo el rígido, implacable manto de la ley? Yo creo que entre menos legislatura mayor libertad, entre más leyes mayor corrupción. Pregúntenle a Floridalma Alfonso, Edgar Meraz, Alma Delia Martínez o Fernando Rodríguez Rojero, quienes han sufrido aquí, en Baja California, la represión moralista o hacendaria, con leyes de por medio, en carne propia, en obra propia.

Tampoco podemos soslayar que muchas veces se critica a una instancia cultural por cuestiones personales, por animadversión con quien detenta el poder. Y estos casos son una vergüenza para todos los involucrados. Hacen ver que no se tiene el propósito de mejorar el desarrollo de la entidad sino golpear al adversario donde más le duele. Lo peor es cuando detrás de esto hay motivaciones políticas. En el foro del 14 de mayo los resultados parecen partir de la base de que sólo el ICBC tiene problemas a afrontar. De pronto se desdibujan las críticas a otras instancias, especialmente los municipios y sus raquíticos y erráticos IMACs, porque las facciones que regentean estos foros parecen tener una agenda centrada en no mover las aguas donde muchos de sus integrantes trabajan y cobran un sueldo. La política partidista en todo su esplendoroso pillaje.

Sé que muchos de los integrantes de agrupaciones ciudadanas en pro de la cultura han luchado a brazo partido por a?os: allí están Teatro del norte, Bitácora, Mexicali a secas, la Orquesta de Baja California, Opera en Tijuana, Mujeres en ritual, etcétera. Y lo han hecho profesional e independientemente, acercándose a las instituciones con proyectos de trabajo que trascienden lo local y que ofrezcan no sólo la mano de obra creativa, sino recursos propios, estrategias de difusión y comercialización que funcionen. Pero también veo en otras agrupaciones el oportunismo político de surgir siempre en la coyuntura de un cambio administrativo y la bandera del escándalo y de la protesta por los faltantes institucionales, causas por cierto legítimas en sus aspiraciones de mejoramiento, pero que en este contexto de a río revuelto ganancia de artistas gritones, sólo revela un querer obtener, a como de lugar, un pedazo del pastel sin ofrecer nada a cambio excepto el ser artistas que se representan a sí mismos pero no representan a la comunidad artística que trabaja sin más afán que hacer las cosas bien y con todos el profesionalismo que requiere una sociedad de frontera como la nuestra.

Un punto final: todo el debate de los derechos culturales y los representantes ciudadanos, en los que se afirma que no hay representatividad ciudadana ni se ejerce una vigilancia, a partir de la comunidad artística, sobre los procesos y procedimientos de tales instituciones, implica que no hay artistas o promotores culturales involucrados en asesorar, en instituir canales de transparencia y calidad, de planeación y evaluación de los programas y políticas al interior de las instituciones culturales de Baja California.

Pero luego pienso en ciudadanos-artistas-promotores como Gabriel Adame, Norma Bocanegra, Manuel Bojórkez, Roberto Rosique, Sergio Rommel, David Rodríguez, Hugo Salcedo, Felipe Güicho Gutiérrez, Raúl Fernando Linares, Laura Jáuregui, Pedro Gabriel González, José Alfredo Acosta, Javier Cese?a, Ruth Hernández, Alfonso Vidales, Ricardo Pacheco, María Edma Gómez, Arnulfo Estrada o Georgina Walther, para nombrar sólo algunos representantes ciudadanos de la comunidad artística dentro de las propias instituciones estatales, y me digo: creo que ya existe ciudadanización de la cultura. Lo que falta es comunicación más abierta y expedita entre los propios creadores y sus representantes, más conocimiento de las funciones y deberes de las instituciones, lo mismo que de los deberes de los artistas y promotores quejosos que ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el suyo, que hablan de voluntad de servicio y sólo se sirven de foros para cuestiones personales o laborales de su propio, reducido interés.

Es cierto que, junto a los funcionarios culturales en turno, a los primeros a los que hay que pedirles cuentas es a los artistas que no han cumplido con sus obligaciones cuando han recibido fondos para hacer su trabajo y han acabado incumpliendo lo que prometieron, a los creadores que no han hecho obra digna de llamarse arte pero se pavonean como si fueran los mayores genios incomprendidos del planeta, así como a los representantes ciudadanos actuales del IMAC-Tijuana o del IMACUM en Mexicali o del ICBC: preguntarles qué apoyos han conseguido para la comunidad artística en su conjunto o para la comunidad bajacaliforniana en general. Sé que buena parte de ellos están trabajando como un aporte comunitario realmente desinteresado, como un trabajo que no tiene más pago que su lealtad a la cultura bajacaliforniana, pero es necesario saber qué han conseguido y qué han propuesto para el desarrollo cultural de nuestra entidad.

Los artistas independientes que han conformado los foros olvidan la historia reciente: que los peores momentos del ICBC o del IMAC fueron cuando a estas instituciones las dirigían artistas salidos de las filas democráticas y ciudadanas de nuestra comunidad cultural. Si no queremos más los caprichos de una Elizabeth Algrávez, la catatonia de un Francisco Bernal o la pompa y circunstancia de un Patricio Bayardo es tiempo de empezar autocriticándonos, como comunidad artística, por nuestras bellas ingenuidades, por el idealismo ciego que nos ha llevado, en numerosas ocasiones, a la inercia o al apapacho acrítico de nuestros pares sólo por el hecho de ser nuestros pares. Es tiempo de reconocer que la responsabilidad de la buena marcha de nuestra cultura es de todos los que trabajamos, en distintas trincheras, tanto en la independencia como en la institucionalidad, en pro del arte bajacaliforniano, en pro de su mejoramiento y excelencia. Lo otro es la grilla de los ambiciosos de costumbre, de los arribistas sin escrúpulos, la grilla que sólo sirve para quejarnos sin aportar, en recursos humanos y financieros, nuestro granito de arena, nuestro arte en común. Ese trabajo que hacemos, en el foro de cada quien y de cada cual, por nuestra cuenta y riesgo, como individuos pensantes sin necesidad de una multitud que nos respalde o aplauda, como creadores fieles al arte como oficio y disciplina, como compromiso y veracidad.