Across the Line with Mark and Harry
Ya era hora de que se observara a la literatura bajacaliforniana desde el otro lado del alambre. Ya era tiempo de que no fueran los propios escritores bajacalifornianos los que tuvieran que comentar la obra de creación de sus colegas. Ya es un buen momento –el inicio de un nuevo siglo, de un nuevo milenio– para hacer tabla rasa de nuestro pasado, mediato e inmediato, en términos literarios. Baja California se ha distinguido por mantener, durante varias generaciones, el impulso poético: pienso en Ricardo Covarrubias en 1918, en Facundo Bernal en 1923, en Peritus en 1936, en Fernando Sánchez Mayáns en 1946, en Jesús Sansón Flores en 1956, en Horacio Enrique Nansen en 1962, en Miguel de Anda Jacobsen en 1965, en Rubén Vizcaíno Valencia en 1971, en Valdemar Jiménez Solís en 1973 y en los siete poetas (entonces) jóvenes de Tijuana en 1974. De ahí en adelante todo es avalancha: la poesía como el batallón de asalto de la nueva literatura bajacaliforniana de las últimas décadas. Nuestros escritores intentaron ordenar el caos de esa masa ingente de versos medidos, blancos y libres: Gabriel Trujillo Muñoz en 1985 y en 1992 lo intentó con Parvada y Un camino de hallazgos respectivamente, Luis Cortés Bargalló hizo lo suyo con Piedra de serpiente en 1993 y Jorge Ortega dilucidó el paisaje poético de nuestra entidad en su libro de ensayos Fronteras de sal en 2000. La limitación aquí, sin embargo, era evidente: estos autores, eran juez y parte, pertenecían al núcleo generador de la poesía bajacaliforniana e intentaban, a la vez, comprender los movimientos y tendencias que le daban impulso e identidad a la creación poética en que ellos mismos estaban inmersos. De esa contradicción nacieron esas antologías y ensayos prospectivos. El panorama que mostraba era de una explosión demográfica, el de un rostro diverso en búsquedas y resultados. Catálogos que incluían lo mismo lo tradicional que lo experimental, lo regionalista y lo cosmopolita. Un vocerío que llevaba al lector a disfrutar las distintas voces reunidas pero que no ofrecía una explicación plausible a tan gozoso caos verbal. Luego pasó toda una década y aunque aparecieron decenas de textos críticos y ensayos, no volvió a darse a conocer una antología global, una que expusiera el sendero de la poesía bajacaliforniana de nuestro tiempo (es decir: de fines del siglo XIX en adelante). Pero nadie pensó en que al otro lado de la línea internacional, en el puerto de San Diego, California, un poeta estadounidense estaba mirando hacia el sur de la frontera y no necesariamente concentrado en la avenida Revolución de Tijuana. Lo bueno fue que este poeta, cuyo nombre es Mark Weiss, comenzó a leer a los poetas bajacalifornianos, a sus vecinos nada distantes, y se dio cuenta que en el circuito artístico y cultural del sur de California nadie pensaba que había escritores en la frontera norte de México (toreros y narcos, sí, pero poetas y, además poetas contemporáneos en su actitud y escritura, nunca jamás). Mark tuvo la suerte de compartir sus inquietudes con otro escritor estadounidense que conoce de primera mano la vida cultural de Baja California, el narrador, poeta y editor Harry Polkinhorn. Juntos –no sabemos si con un par de tequilas de por medio o a través de internet– se pusieron de acuerdo en hacer una antología de la poesía bajacaliforniana con el noble propósito de invitar a los lectores de ambos lados de la línea fronteriza a darse cuenta que en la periferia de ambos países está surgiendo una fuerza colectiva escritural que no necesita del reconocimiento centralista para desarrollarse y evolucionar por sí misma: la poesía de Baja California y sus autores como heraldos de una explosiva mezcla creativa que no rinde pleitesía más que a su propia creación. Una obra que nace de las circunstancias mismas de ser habitantes fronterizos en un mundo que se transforma incesantemente: Pero Weiss y Polkinhorn han entendido a la perfección el dilema en que se debaten los escritores mexicanos de la frontera norte que, en la propia academia estadounidense, desaparecen de vista al pretender que la literatura “México-americana” sólo está representada por la literatura chicana y donde lo fronterizo real es ubicado fuera del foco de atención de sus departamentos de estudios culturales. Por eso ambos antologadores señalan, claramente, su interés por hacer visible a una literatura que todos pasan por alto por razones más ópticas que literarias:
Across the Line. Al otro lado. The poetry of Baja California (Junction Press, 2002) es el título de la antología y sus resultados realmente sorprende a propios y extraños: una presentación de Weiss y Polkinhorn nos muestra primero la visión que los estadounidenses tienen de Baja California y luego voltea la tortilla y explica, especialmente al lector neófito que sólo ve nuestra península como una larga playa surfera o un fin de semana desmadroso, que en estas tierras la literatura ha levantado sus propias mitologías y que el arte de la poesía viene desde los primeros indígenas, pasa por los corridos populares y muestra alguna de sus joyas en la obra de 57 poetas que representan a toda la península (incluye a poetas de Baja California y Baja California Sur) y que van de Rubén Vizcaíno Valencia (1918) a Juan Reyna (1980). Una visión por momentos sociológica nos revela un nuevo panorama de nuestras letras que se distancia de las antologías locales (en Baja California las de Trujillo y Bargalló, en la parte sur la de Raúl Antonio Cota) y nos otorga un reordenamiento visual y conceptual donde prevalece la escritura al margen (o a contracorriente de los gustos prevalecientes) sobre las poéticas más tradicionales. Lo temático adquiere mayor envergadura y los contenidos más estimulantes le ganan la partida al decoro verbal y a las buenas costumbres literarias, sin que éstas últimas desaparezcan del todo. Así Baja California aparece de verso entero, de cuerpo entero, como lo expone Homero Aridjis en la contraportada del libro: If you can’t make it across the border, Across the Line/Al otro lado is the next best thing to a trip to México’s Baja California. The astonishing range of fifty-three poetic voices, traditional native chants and popular corridos which are generously presented in bilingual format is rooted in a time and place that is both timeless and in constant flux. The poems are by turns full of yearning, lyric, exultant, pungent, mournful, fast-paced as the streets of Tijuana or slow as a cactus growing beyond the dunes. Baja California are a population on the move, alive to change, living on the edge, and the poetry in this lovingly-translated anthology conveys the feel of gritty towns and cities, burning deserts, lonely mountains, a huge sky still crowded with stars, the wind blowing in off the Pacific or the Sea of Cortes, the nearness of gray whales and pelicans, the uncertainties of isolation, the jittery rhythms of urban life, the United States forever looming on the other side of the border. And I am happy to say that these poets value the beauty and importance of Baja California’a unique and fragile ecosystems; in Baja California moonlight still matters. Across the Line es, además, un regalo doble: como el libro bilingüe que es (con textos en inglés y en español) tiene el propósito de que la literatura de nuestra entidad obtenga nuevos lectores más allá del espacio local y se abra paso a zonas artísticas y académicas de la cultura anglosajona tanto como de la hispanoamericana. Es, como se ve, un obsequio original que Mark Weiss y Harry Polkinhorn le han dado a la poesía de nuestra península. Es un nuevo anuncio (el número especial de la revista Reader de San Diego sobre poetas de Tijuana, publicado en 1999 sería el primer aviso) de que la cultura bajacaliforniana empieza a resonar más allá de sus propias fronteras. Pensemos en el movimiento Nortec de música electrónica, en el Festival internacional Baja Prog, y en el encuentro entre fronteras de danza contemporánea de Mexicali, en el InSite y la sala de estandartes del CECUT o en la Orquesta de Baja California con su disco Tango mata danzón nominado a un grammy en 2001 y tendremos un panorama más completo de este nuevo protagonismo extramuros. Y ahora, gracias a Mark y Harry, le toca a la literatura de nuestra entidad. Con Across the Line hemos cruzado el río Jordán y los poetas peninsulares hemos tocado la otra orilla del lenguaje: donde nuestros versos se han vuelto la clave para acceder a un diálogo cultural más amplio y profundo, like a bridge over trouble waters. Like a land without boundaries. |
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