Block de hojas amarillas: Cuando yo sea grande quiero ser como Pedro González

26 julio, 2006

Cuando yo sea grande quiero ser como Pedro González




Desde que descubrí las artes escénicas locales, en el IMSS de los años sesenta, me percaté que los actores eran unos seres humanos distintos al resto de los mortales: mientras veía transformarse a estas personas en piratas, aeromozas, astronautas o heroínas sin tacha, no tardé en ver que ellos y ellas necesitaban más de una personalidad para salir fuera del escenario y encarar las perplejidades del mundo tal como lo vivimos a diario, que les era necesaria una buena dosis de imaginación para sobrevivir a una sociedad fronteriza donde contaba lo real, lo material, lo negociable sobre lo teatral, lo maravilloso y lo extraordinario.

Ya en los años ochenta, en la Dirección de Extensión Universitaria de la UABC me topé con una nueva generación de teatreros que querían comerse el mundo con sus escenificaciones de ingenio y mordacidad viento en popa. Allí conocí a Ángel Norzagaray, Ramón Tamayo, Andrés García, Norma Bustamante, Antonio Castañeda y a ese capitán español que no necesitaba gritar para hacerse oír hasta el último rincón de cualquier sala de espectáculos. Me refiero a Pedro González, quien ya entonces usaba una barba blanca como estandarte y una sonrisa de rey mago a punto de repartir regalos a montón. En cuanto pude le pedí su ayuda para que hiciera el papel de Dios Padre en mi debut como videoasta en Rimbaud (1987), a lo que accedió sin pensarlo dos veces.

Con el tiempo todos ellos y decenas más de espadachines de la cultura escénica pusieron los cimientos del actual teatro bajacaliforniano, dando lustre y prestigio primero al Taller universitario de Teatro de la UABC y más tarde a la compañía Mexicali a secas, hoy reconocida internacionalmente como pilar del teatro que se hace y se proclama desde Mexicali, la capital de nuestra entidad.

Pedro González, pronto lo supe, no era sólo un actor de carácter sino también era un maestro querido a lo largo y ancho del territorio educativo estatal, un promotor de la lectura, de la crónica regional y de la difusión y divulgación de nuestro patrimonio histórico y artístico para bien de las jóvenes generaciones de las que ha sido mentor y guía.

Como buen mexicalense, Pedro aparecía en su bicicleta o a pie en todos los lugares donde era y es necesaria su presencia: en el Museo Universitario para guiar a los visitantes por las salas de nuestros pasado, en las escuelas primarias del valle de Mexicali deslumbrando con su charla a los mocosos, en conferencias sobre nuestros orígenes en la Secretaría de Educación Pública, en tianguis culturales y artísticos dándole sabor al caldo de la convivencia, siempre al pie del escenario en funciones teatrales por causas comunitarias, de un lado a otro de nuestra metrópoli en grabaciones de programas de radio o de televisión, en filmaciones de jóvenes creadores como personaje marginal de nuestro medio, en concursos literarios o teatrales como jurado jocoso e imparcial, en talleres en el Centro cultural Nana Chela ofreciendo la magia de sacar del sombrero de las palabras el conejo de las cosas insólitas, en navidad como un santo Clos que recorre los barrios con su presencia jubilosa, es decir, donde fuera un factor de peso para apoyar todo lo nuestro, todo lo que puede dar frutos de amor y conocimiento sobre nuestro entorno natural y sobre nuestras raíces históricas.

Era y es un profesor de energía que no tenía ni tiene freno, un entusiasta que nunca se rendía ni se rinde ante las adversidades u obstáculos. Era y es un ejemplo a seguir. Pero lo que más me sigue impresionando de Pedro González hasta ahora es su capacidad para contarnos el cuento de nunca acabar, la historia que es de todos, esto es, su empeño en ser la voz de toda nuestra comunidad. Y tal esfuerzo no puede quedarse en la experiencia testimonial de quienes hemos tenido el privilegio de escucharlo reviviendo con su voz portentosa los mitos indígenas de los cucapá, las leyendas urbanas de nuestros barrios y colonias, los relatos de nuestra identidad comunitaria, chicalense, fronteriza.

Por eso es un acierto que el Instituto de Cultura de Baja California, a través del Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias, mejor conocido como Pacmyc, le haya otorgado una beca en 2004 para que Pedro grabara estos relatos con la sal y pimienta que caracterizan sus lecturas. Ahora, en 2006, sale al fin el producto terminado: un disco titulado Dicen que...Leyendas de Mexicali, que en 77 minutos narra algunas de las más conocidas historias de terror y aparecidos, de seres venidos de otros mundos, de pesadillas recurrentes que aquí, en nuestra ciudad y en nuestro valle, han tenido lugar según lo testimonia la voz comunitaria.

Pedro González es un hombre generoso, un profesor con una pedagogía humana, un promotor cultural que siempre ha sabido que para amar a la tierra donde uno es o donde uno ha elegido permanecer se necesita una historia que nos ligue a su vida, un relato que nos vincule a sus milagros y portentos. Tal es la función básica de este disco: servir de puerta de entrada al país del nunca jamás, al reino milenario de la fantasía, a la comarca de los afectos y los sustos que llamamos nuestro hogar, nuestra querencia.

Por eso digo que cuando yo sea grande quiero ser como Pedro González: un cuentacuentos que ha hecho casa en el mundo de la imaginación, un intérprete que ha creado escuela con su voz y sus relatos. Dicen que...Leyendas de Mexicali (Pacmyc, ICBC, 2006) comprueba que la historia apenas comienza en nuestro desierto, que lo maravilloso siempre tiene final feliz, que vivir en Mexicali requiere edificar, día con día, otra ciudad imaginaria pero construida a nuestra imagen y semejanza, una ciudad de alas gigantescas, vampiros urbanos, enfermeras asesinadas que piden aventón y mansiones embrujadas. Esa metrópoli habitada por aullidos y lamentos, por fantasmas y monstruos. Nuestra ciudad, donde todos somos una familia muy, pero muy normal. Y donde Pedro González es la voz de la tribu, el vocero de nuestros miedos más profundos y de nuestras fantasías más perdurables. Ese cuento de nunca acabar.

3 Comentarios:

Blogger nisel garad dice...

de ahi tomo su barba? y donde se consigue el cd?

julio 26, 2006 7:15 p.m.  
Blogger Kamelie dice...

El Cd se consigue en el ICBC en el 5.54.19.91. 50 pesos.

agosto 02, 2006 3:10 p.m.  
Blogger Malu Herrera dice...

yo lo conozco a el... bueno, mi papá... desde chiquita lo veía y sigue igual :D

octubre 11, 2006 7:18 p.m.  

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