Block de hojas amarillas: Writing on the Edge: Las fronteras que Tom Miller cruzó

21 julio, 2006

Writing on the Edge: Las fronteras que Tom Miller cruzó

A fines de los años setenta del siglo xx, Tom Miller, un joven periodista estadounidense de origen mexicano, se le ocurrió prestar atención a la frontera entre México y los Estados Unidos. Como el buen viajero que siempre ha sido, recorrió nuestra frontera por ambas vertientes, la mexicana y la anglosajona, durante varias semanas Y un buen día se encontró haciendo jogging en el parque Hidalgo de Mexicali con el entonces gobernador del estado de Baja California, Roberto de la Madrid. “Fue un viaje alucinante”, me contaría en 2003, “aquel tipo era todo un personaje de jet set. En sus oficinas de gobierno me topé una vez con un anciano que apenas podía caminar y que un enfermero llevaba de la mano. Ese viejo frágil, agonizante, era el mismísimo John Wayne, que venía a despedirse de Roberto, uno de sus mejores amigos. Era su gira de despedida y allí estaban esos dos abrazándose como en un western. Esas cosas inexplicables sólo suceden en la frontera”.


El resultado de aquella travesía fronteriza fue el libro On the Border (1981), donde Tom Miller explora los claroscuros de una realidad más industrial que del viejo oeste, con ciudades florecientes y crisis interminables, pero en la que destacan los esfuerzos de los propios fronterizos por hacer de su tierra de nadie una comunidad para todos. On the Border fue la primera obra que marca un cambio de percepción de la frontera desde el punto de vista de nuestro vecino del norte. Todavía en Poso del mundo (1970) de Ovid Demaris, la frontera sólo era leyenda negra, es decir, escándalo, corrupción y vicios. Y las demás publicaciones que aparecían en las editoriales estadounidenses, como las de Erle Stanley Gardner, eran libros de viaje dedicados a señalar las maravillas naturales, casi vírgenes, de esta región del mundo. Miller, en cambio, hizo una radiografía de la frontera en ese momento y bajo las circunstancias más actuales para su época. La frontera, para Miller, eran un universo complejo, interactivo, en franca explosión creativa y productiva, una zona del mundo realmente fascinante por su dinamismo y capacidad de transformación. Su libro mostró el camino para indagar en lo fronterizo que otros autores, como Alan Weisman y Luis Alberto Urrea, llevarían a cabo años o décadas más tarde: como una ruta de comprensión y crítica que respondía a un conocimiento directo, íntimo y personal, de una zona del mundo donde se quedó a vivir y trabajar.


Veintitantos años después, Tom Miller vuelve a las andadas con un homenaje a la escritura fronteriza con su libro Writing on the Edge. A borderlands reader (the University of Arizona Press, 2003), una colección de gemas de la literatura fronteriza mexicana y americana por igual. Esta nueva obra cuenta con la presencia de autores extranjeros, nacionales y locales que suman más de 80 en su totalidad. Aquí se agrupan desde viajeros esporádicos pero que dejaron sus visiones de estas tierras fracturadas por la línea fronteriza, como Jack Kerouac, Graham Green, Allen Ginsberg, Vladimir Mayakovsky, Sam Shepard o William Carlos Williams, hasta autores de obras ubicadas en esta región de contrastes y paradojas, como Paco Ignacio Taibo II, Robert L. Jones, Joseph Wambaugh, Elena Poniatowska, Myriam Moscona, Maya Angelou, Carlos Fuentes o Martín Luis Guzmán, pasando por escritores que viven y escriben desde el corazón mismo de la frontera como Miguel Méndez, Américo Paredes, Ricardo Aguilar Melantzon, Miguel de Anda Jacobsen, Charles Bowden y Gabriel Trujillo Muñoz, entre muchos otros.

Desde la perspectiva de Tom Miller, cada autor enriquece, con su propio punto de vista, con sus juicios y prejuicios, la frontera que, gracias a este libro, se vuelve todo un caleidoscopio para disfrutar en sus contrapuestas visiones y contradicciones. Al escoger a escritores tan distintos entre sí ha logrado una combinación que dinamiza la frontera y nos ayuda a verla como una comunidad en movimiento, como un organismo vivo que aparece con sus intactas realidades, ya sean estas anhelos de progreso, obstáculos a vencer u oportunidades para acceder a una nueva vida o a una muerte injusta. La frontera como un arma de dos filos, como trinchera y trampolín, como tumba y paraíso a la vez. Miller lo confirma en su introducción:


La frontera pertenece a todos y todos podemos aprender mucho de la perspectiva de sus visitantes como ellos pueden hacerlo del punto de vista de los que aquí hemos crecido… Los escritores que se han aproximado a la frontera desde el norte tienen un sentido olfatorio muy distinto de aquellos que la contemplan desde el sur. Lo mejor de ambos grupos es el conocimiento que se trasluce en sus textos, las palabras de ambos países que se mezclan en una tierra que, a nivel literario, es de todos… Para unos, la frontera es el mundo en sí mismo mientras que para otros es sólo un alto en el camino.

Para Tom Miller, Writing on the Edge es una cápsula del tiempo para abrirse en el futuro, una biblioteca itinerante cuyos materiales seleccionados fueron obra tanto de su propia indagación como “de las sugerencias de escritores, editores y académicos a ambos lados de la línea fronteriza en el siglo xx”. Y al leer esta recopilación uno concuerda con Miller. En comparación de una antología cercana en tiempo y propósito, Puro Border (cincopuntos press, 2003) de Bobby Byrd y Luis Humberto Crosthwaite, donde la frontera a la que mayoritariamente se atiende es la de El Paso/Ciudad Juárez y pocos son los autores realmente fronterizos, en Writing on the Edge hay un verdadero equilibrio entre autores fronterizos de ambos lados, e igual sucede entre autores residentes y ajenos. Hay, en la obra de Miller, un diálogo continuo y una reunión de voces que se sinergizan entre sí, creando un mural donde la vida fronteriza es contemplada, criticada, y disfrutada de múltiples maneras. No hay pues, una sola imagen que abarque a una frontera que va desde Texas/Tamaulipas hasta California/Baja California. Diversidad y energía son las aristas que conforman estos relatos, poemas, diarios de viaje o crónicas de vida. Un conjunto que va más allá de las explicaciones académicas y penetra al laberinto de una zona peculiar de la percepción donde múltiples culturas se amalgaman y se mezclan para producir las doradas manzanas de un paraíso herido más desafiante, de una colectividad en pleno crecimiento y evolución. Miller al habla:

Burócratas y políticos definen la frontera como diez estados americanos y mexicanos reconciliados de por vida como vecinos eternos. Una región que engloba ciudades como Monterrey y Albuquerque, San Antonio y Chihuahua, pero cuanto más abarca el concepto de frontera, más diluída ésta se vuelve. Yo soy un estricto constructivista cuando defino la literatura fronteriza. Para mí, cada texto aquí incluido debe abarcar a lo más esa tierra de dos mil millas de largo y veinte millas de ancho. La frontera en sí misma debe jugar un papel en la trama, provocando en el lector iluminación o revelación.
Los textos que Miller ha reunido en Writing on the Edge deben ser exploraciones de la vida fronteriza, testimonios de un orbe que sirve de espejo fulgurante para toda clase de utopías y reclamos, de fobias y obsesiones a ambos lados de la aduana. Y al ingresar a estos mundos poéticos, narrativos o periodísticos, lo que cuenta es descubrir la gama de posibilidades tan extremas que hay para contar/cantar la frontera, por eso lo mismo aparecen poemas de vanguardia y textos radicales en su estructura que canciones folklóricas y corridos de contrabando y traición. Lo culto y lo popular, lo vivencial y lo intelectual, lo descriptivo y lo reflexivo, lo comunitario y lo personal aquí se yuxtaponen como en un swap meet para todos los gustos y necesidades.

Desde el proyecto de Binational Press, coordinado por la Universidad Estatal de San Diego y la Universidad Autónoma de Baja California entre 1988 y 1996, no se había dado una obra panorámica binacional que tuviera los pies puestos en la propia frontera México-Estados Unidos. Miller, que radica en Tucson, Arizona, no apostó, como Bobby Byrd y Luis Humberto Corsthwaite, en un pequeño número de autores para reivindicar la frontera como tema básico de la literatura universal contemporánea. Su compendio es un mapa de rutas a seguir, de escrituras a explorar. Una vision inédita de la frontera, con sus misterios y paradojas, salta a la vista y nos sorprende por su diversidad textual, por su riqueza imaginativa.

Tom Miller ha tomado la vida fronteriza como un microcosmos y nos ha propuesto contemplarlo no como lugar común de maquiladoras y migración, sino como un orbe que ha seducido a innumerables artistas y escritores con sus desiertos, pueblos y habitantes, creando así un corpus literario donde la frontera es una twilight zone de la conciencia humana, un territorio geográfico, conceptual, simbólico y lingüístico donde convergen fuerzas sociales, procesos económicos y grupos humanos de distintas etnias y culturas, que multiplican la resonancia de vivir al borde de una cultura, en la orilla misma de la otredad. Por eso, quienes escriben desde y de la vida fronteriza toman de esta vida su tono punzante, su originalidad mordaz e inexpugnable, su precaria, efímera hermosura. El resultado es un libro que nos lleva, cruzando realidades multifacéticas, hacia otras vidas, hacia destinos por demás interesantes.

Writing on the Edge ya es el libro de consulta imprescindible para la cultura fronteriza, para una literatura que ha apostado contra el centralismo y a favor de lo periférico, lo excéntrico, lo novedoso. Con esta reunión de textos, que es un tesoro de incalculable valor para los lectores de todas partes del mundo, ya no se podrá ningunear a la creación literaria nacida en esta región que México y Estados Unidos comparten, pero que es más que la suma de ambos países. Porque ser escritor hoy en día, como este libro lo demuestra, es ser fronterizo por derecho de calidad, por hábito de diferencia. Ese universo donde caben por igual Gerónimo y Malverde, los poetas beat y John Wayne, el cerro de púas y los espejismos del desierto. Un lugar, como lo expone Jack Kerouac al hablar de Mexicali, donde el gusto por la vida se presenta como un “vientre de fertilidad exuberante”, como “una deliciosa sopa de garbanzo con pedazos de cabeza y cebolla cruda”.