Block de hojas amarillas: julio 2004

26 julio, 2004

ACPA: Un proyecto cultural mexicalense

ACPA: Un proyecto cultural mexicalense

En una nota anónima publicada en el periódico Centinela (1-XII-1954) se reconocía a la Asociación civil Pro-Arte, mejor conocida por sus siglas: ACPA, como una agrupación dedicada a los bienes culturales de la sociedad mexicalense, como un grupo que prestigiaba al Mexicali de mediados del siglo XX, pues “a pesar de todo lo que se ha dicho o pensado sobre las mezquindades de la vida, siempre hay personas que se preocupan por algo más de lo que significa el diario tráfago humano, dedicándose en que sus quehaceres les permiten a labores más espirituales, en las que a la par que elevan su espíritu ayudan a que el de los demás alcance igualmente alturas que se apartan del nerviosismo que vive el mundo, olvidándose de las preocupaciones para impregnarse de la grata satisfacción moral que acarrea solaz al espíritu”.
   Pero, ?quiénes eran estas personas que habían decidido, a mediados de los a?os cincuenta del siglo XX, en un Mexicali que vivía el auge algodonero y cuyo progreso era evidente en el ámbito económico y social, dedicarse al cultivo y promoción de las bellas artes? Primero hay que reconocer que ACPA no fue una asociación pionera en esta clase de menesteres en cuanto a la capital de Baja California, ya que existía una amplia tradición de grupos culturales que daba inicio en mayo de 1918, cuando allegados al gobierno del coronel Esteban Cantú, entre ellos Ricardo Covarrubias, Alfonso Villase?or, Manuel Rincón, José Sandoval, Héctor González e Ignacio Roel, formaron la SADA (Sociedad artística de aficionados). De ahí en adelante el auge de los grupos artísticos y de los clubes culturales llevó, de los a?os veinte a los a?os cuarenta, a la creación de asociaciones como el club Anáhuac, la Sociedad de Geografía e Historia y el club Euterpe, entre muchos otros.
   Lo que ACPA aportó a Mexicali fue una agrupación que buscaba la profesionalización de las actividades artísticas en su conjunto (literarias y escénicas, principalmente), así como ser promotora de un Mexicali que tuviera amplia comunicación con el arte y los artistas nacionales y extranjeros; sus integrantes buscaban servir de intermediarios entre la sociedad mexicalense y la cultura nacional y universal, que Mexicali dejara de ser un páramo y pudiera contar con presentaciones musicales, teatrales, literarias e intelectuales de primer nivel para que, de ese modo, a través del intercambio de ideas o la apreciación sensible del arte más digno, se pudiera ir creando una comunidad local de creadores, ejecutantes e intelectuales al servicio del estado 29, tomando en cuenta que Baja California había conseguido apenas la categoría de estado libre y soberano en 1952, dos a?os antes de la fundación de ACPA.
   Era, pues, una época llena de entusiasmo y ganas de poner en pie instituciones y proyectos que le dieran prestigio y reconocimiento a los bajacalifornianos, especialmente en Mexicali, donde la actividad cultural estaba asignada a las agrupaciones de periodistas, los grupos de estudiantes de artes plásticas de la escuela José Clemente Orozco y los grupos teatrales de Adolfo Wilhelmy y Luis Felipe Castro, los esfuerzos musicales de Irineo Rodríguez y, Santos Carbó y Guillermo Argote, los bailables folklóricos a las órdenes de Jorge Charles Pi?a y las tertulias alrededor de Rubén Vizcaíno Valencia y el chino Jesús Sansón Flores. Vida artística y cultural sobraba para una ciudad eminentemente consagrada al cultivo del algodón y que vivía el auge algodonero con bombo y platillos. Lo que faltaba eran vías de comunicación con la cultura nacional y con los movimientos intelectuales del momento. La ACPA vino a subsanar este vacío con su presencia y actividades.
   Para entender la forma en que trabajó la ACPA y cómo logró sus fines hay que considerar que el Mexicali de entonces era, como lo se?ala Miguel Ravelo (La voz de la frontera, 17-VI-2003 y 24-VIII-2003), “una ciudad rica, con una economía sólida sostenida por el auge algodonero. La producción era alta y los beneficios económicos se repartían desde el campo en el Valle hacia la ciudad y el estado en general...lo que revelan el dinamismo fronterizo y la diversidad de negocios que se generaban en un pueblo grandote, donde imperaban la amistad y la aceptación de los inmigrantes...La afluencia de nuevos habitantes procedentes de todos los estados, principalmente del noroeste, iba abriendo espacios para nuevos conjuntos familiares y llenando los que ya existían en la ciudad. La paridad cambiaria  de 12.50 pesos por un dólar se veía estable. Automóviles en buenas condiciones, con un peque?o enganche y pagos de 100 o 200 pesos en diez mensualidades, que era fácil cumplir. Las exigencias de vestuario no eran grandes, no se necesitaba ropa fina, sino suficiente para ba?arse y cambiarse dos o tres veces al día. Pasaban los meses, cada día se conocía gente nueva, el estado y las municipalidades maduraban en su organización y funcionamiento. Se abrían más negocios, la vida en la ciudad y el Valle significaba más trabajo y rendimientos que a todos alcanzaban”.
   En este ambiente de prosperidad y de progreso, Miguel Ravelo, como muchos otros recién llegados a la capital del estado de Baja California, ingresó al ACPA, que estaba formada por “empresarios, profesionistas, entre ellos varios médicos y abogados y otras personas entusiastas que promovían la contratación de artistas, conjuntos, conferencistas, músicos de reconocido prestigio, que se presentaban en el auditorio de la escuela Cuauhtémoc, junto al parque”. En general, los miembros del ACPA eran periodistas con intereses culturales o  profesionistas que gustaban de practicar algún instrumento musical o empresarios que deseaban ver en Mexicali los espectáculos de alta cultura, como los que habían disfrutado en sus ciudades de origen, de tal forma que la Asociación era una manera de traer a la frontera norte presentaciones que dieran lustre y variedad, estilo y conocimiento a un núcleo social que exigía obras de importancia artística; conformaban, de esa manera, un círculo de elite en una sociedad mayoritariamente agrícola e industrial y pretendían crear un movimiento cultural no regionalista, no nativista, sino de carácter universal, donde las bellas artes y la búsqueda del conocimiento fueran los puntos de partida para el disfrute de las manifestaciones artísticas y la catadura equilibrada de la sabiduría humana en un clima reservado, humanista y de buenos modales. Sin embargo, como lo revela Ravelo, la materia prima para obtener tales resultados procedía, al menos hasta la llegada de la ACPA,  de fuentes más humildes y menos decentes que la de los melómanos cultos mexicalenses:

En Mexicali había muchos artistas en los centros nocturnos, variedades de cantantes, cómicos, bailarines, que deleitaban a los consumidores de ambos valles de la frontera. Con el compa?ero José Merino Millán y otros amigos se inició la formación de una peque?a orquesta con músicos de las variedades, no había otros, algunos eran muy buenos, egresados de instituciones musicales, que trabajaban hasta la madrugada. Sí fue difícil juntarlos con la ayuda del maestro cubano Santos Carbó, fue más difícil hacerlos asistir a los ensayos en el patio de una cantina y no pasó de dos poco concurridos conciertos.

   En realidad la semilla de la asociación se sembró en 1952, durante las fiestas del cincuentenario de Mexicali ( ya que entonces las autoridades del Territorio Norte de la Baja California consideraban que Mexicali había sido fundado en noviembre de 1902), pues en el marco de tal celebración se presentaron distintos espectáculos culturales de gran relevancia para los interesados en las manifestaciones artísticas de todo género. Enrique Estrada Barrera (La crónica, 18-XI-2003) ha dicho que, con la colaboración de la Secretaría de educación pública se logró traer “una exposición de arte moderno y una colección de obras de los más célebres artistas del siglo XIX y XX, pinturas y grabados del Instituto Nacional de Bellas Artes, que se expusieron en el casino de Mexicali, además de grupos artísticos de Bellas Artes”, entre otros los bailes folklóricos del departamento de danza de esa misma institución, las presentaciones de la soprano Irma González, el pianista Miguel García Mora, el barítono Miguel Valencia, el tenor Carlos Puig, el chelista Guillermo Helguera y el músico Salvador Ochoa. En estas fiestas también participaron un grupo de músicos locales que ya entonces so?aban con crear la orquesta sinfónica de Mexicali.
   Estas presentaciones dieron más fuerza a la idea de fundar una agrupación que mantuviera el libre flujo de artistas de sur a norte, a la vez que propiciara la profesionalización de creadores y ejecutantes locales, así como la formación de un público conocedor de las riquezas sensibles e intelectuales de las bellas artes. Entre los entusiastas para promover la cultura desde este lejano rincón de la patria estuvieron personas con una gran trayectoria artística y recién llegados a la ciudad pero que deseaban tener a mano una oferta cultural a la altura de la que ya existía en el interior del país. Entre estos pioneros de las manifestaciones artísticas estaban Alfonso Vidales,  Gilberto Rodríguez, Antonio Ptacnik, Rubén Aguilar Monteverde, Cristóbal Garcilazo, José Merino Millán, Elsa Romero Bermúdez,Guillermo Argote, Santos Carbó, Sebastián Armenta, Manuel Covantes, Rafael Martínez Retes, Rafael Soto Gil, Salvador Farra, José Páez Lizárraga, José Alberto Delgado, hasta llegar a más de veinte integrantes de la asociación que eran, a no dudarlo, activos participantes de cuanto a fomentar el arte y la cultura en todos los rubros posibles.
   Algunos de los miembros de la ACPA eran médicos, otros notarios, abogados, profesores normalistas, periodistas de altos vuelos, funcionarios públicos del gobierno de Braulio Maldonado (1953-1959) así como políticos ligados al gobernante anterior, Alfonso García González (1946-1953), y empresarios con recursos suficientes para pagar el traslado de personalidades de la cultura nacional hasta Mexicali, a casi dos mil kilómetros de distancia de la capital. Pero esa era la fachada oficial, pues varios de los integrantes no negaban su interés por practicar la interpretación musical o depurar sus habilidades oratorias y discursivas como conferencistas designados. Allí estaba, en el centro rector de la ACPA, los músicos que, como en el caso de Elsa Romero, había estudiado con maestros de la talla de Luzsiglo Figueroa, Tavino Mainardi y que, para 1947, ya se encontraba en la ciudad de México tomando clases con Luis Moctezuma en la escuela de Música de la UNAM, donde depuró su técnica pianística y le abrió otros horizontes interpretativos. Lo mismo puede decirse de Guillermo Argote, egresado del Conservatorio Nacional de la ciudad de México y miembro distinguido de la Orquesta sinfónica de México y que en Mexicali, junto con Santos Carbó, se volvió el impulsor constante de cuanta agrupación musical se constituyera en aras de la música formal; de Salvador Armenta, violinista concertino de brillante trayectoria en la Orquesta sinfónica de México, Manuel Covantes, músico aficionado que estaba al servicio de la radiodifusora XED y fue alumno del violinista ruso Nischa Orloff; y Alfonso Vidales, licenciado en derecho que estudió música en la escuela de música de la UNAM y fue alumno de Luis Moctezuma y Angélica Morales en piano, formando parte de la Orquesta sinfónica de la propia universidad y fundando la academia de piano Manuel M. Ponce. Junto con su esposa Ana Luisa Moreno, pianista que estudió en los Estados Unidos,  formó el dúo de pianos “Ana Luisa y Alfonso Vidales” que desde principios de los a?os cincuenta comenzó a presentarse en público en California y Baja California.
   Con la creación de la ACPA, el ciclo social mexicalense dio un vuelco enorme: se pasó de las fiestas de coronación de reinas con orquestas de baile a los conciertos que asumían la presencia de un público enterado, disciplinado en la largueza de las piezas interpretadas y en el receptivo silencio que requería su ejecución. Ya el 25 de octubre de 1955, según aseguraba el folleto de presentación del dúo de pianos de los Vidales en la sala de conciertos de la escuela Cuauhtémoc, daba inicio un programa hecho sólo con talentos locales:

Ana Luisa y Alfonso Vidales vuelven nuevamente a ser presentados por ACPA, siendo los primeros elementos de la localidad dentro de la actual temporada de conciertos. No necesitan presentación dentro de nuestra ciudad, pues todavía está vivo el recuerdo del éxito que obtuvieron en el recital que también patrocinó ACPA en febrero del a?o en curso en su pasada temporada. Ambos artistas han alcanzado un muy completo grado de madurez interpretativa y de seguridad rítmica en el dúo de pianos por ellos formado, por su perseverancia y cari?o puestos al servicio del arte, llegando a ser el conjunto del que Baja California se puede justamente enorgullecer.

   El programa del 25 de octubre era un programa prototipo de la ACPA: comenzaba con dos sonatas de Clementi, una fuga de Mozart, media docena de valses de Brahms, la barcarola de Rachmaninoff, una obertura miniatura de Tschaikowsky, que incluía una danza rusa y el vals de las flores de la suite del Cascanueces. Las expectativas musicales eran altas y el matrimonio Vidales Moreno las cumplía con orgullosos profesionalismo. Ya en una nota periodística anónima  de la primera temporada del a?o 1955(ABC, 28-II-1955), se reconocía que:

La ejecución en línea general ha sido buena. Las dificultades que se tenían que superar han sido grandes porque es muy difícil que dos pianos se encuentren en las mismas calidades como es también difícil, casi imposible, que dos intérpretes tengan el mismo sentido rítmico y el mismo temperamento artístico. El problema de interpretación de un dúo de pianos es uno de los más audaces...Chopin en su Rondó en Do Mayor ha sido claramente leído por los dos intérpretes que han encontrado momentos de identificación temperamentales por los cuales obtuvieron largos aplausos.

   Estos triunfos de ejecución artística y de apoyo público a los conciertos y otras presentaciones de la asociación llevaron a que Miguel Álvarez, el entonces director del Instituto Nacional de Bellas Artes diera su apoyo a la ACPA y que conviniera en mandar artistas de su institución de gira por Baja California, cuyas primeras presentaciones se daban en Mexicali para luego seguir a Tijuana, Ensenada o California. La agrupación mexicalense, ahora con el aval del INBA, recibió con beneplácito las palabras, claramente condescendientes y patriarcales, de Álvarez Acosta y las integró a su folletería como un mensaje-guía de su labor de promotoría cultural, como un espaldarazo para ser parte de un proyecto de rescate de la cultura nacional,  desde la frontera norte mexicana:

Hace tiempo que las Bellas Artes de México iniciaron sus incursiones en la provincia. Aquella decisión fue generosa pero fragmentaria y desigual; desde entonces, las ciudades del interior se han mantenido en fiel espera de coordinación e impulso unánime. Esa actitud deberá acentuarse, fortalecerse y perpetuarse; adquirir –sobre todo- el contenido armónico de expresión que identifique el alma mexicana. Con la ardiente voz de todas las regiones debe integrarse el magno coro del arte nacional y entonces la urbe, convertida ya en Acrópolis y faro del arte, será la meta vocacional y aspiración suprema de todos los mexicanos, y a la vez, punto de partida de esa irradiación fecunda que ha de llevar al arte maduro y selecto de la metrópoli al entusiasmo de todas las provincias. Con ello, no habró hecho sino devolver a sus fuentes, depurado, magnífico, lo que de ellas recibió, Integrar, vincular y enaltecer; esta es la misión que la época actual se?ala al México de hoy, para alcanzar potencia y excelencia de la cultura.
En este afán, el Instituto Nacional de Bellas Artes lleva a todas las regiones del país, el mensaje de la música nuestra y de la que brilla en todo tiempo y latitud, bajo el sello digno de la cultura universal.

   La Asociación civil Pro Arte de Mexicali, como Miguel Ravelo ha precisado, “fue uno de los grupos que a mitad del siglo pasado dedicaron tiempo, esfuerzo y recursos económicos, para mantener vivas las actividades culturales, para disfrute de sus socios y en beneficio de los bajacalifornianos. ACPA era una familia formada por una veintena de socios, disímbolos en actividades, formas de pensar y gustos, que se comprometieron a llevar a la capital del estado a figuras destacadas, relevantes del arte clásico, con un proyecto económico original: contrataban artistas, los presentaban y entre todos obtenían el financiamiento.” Aunque parecía un sistema oneroso el público mexicalense respondía en general llenando la sala de conferencias o de conciertos, quizá porque buena parte de la población interesada en la cultura era como el mismo Ravelo: recién llegados a Mexicali que extra?aban “la actividad artística abundante, fluida, entusiasta, concurrida de la Sinfónica de México que dirigía Carlos Chávez, la Sinfónica de la UNAM y los maestros José Vázquez y José Rocabruna, la Filarmónica Nacional con el maestro José Ives Limantour, el Ballet de la ciudad de México, la Opera Nacional, grupos y artistas de todos los rumbos que visitaban la gran capital.” Así que cuando Miguel Ravelo cambió su residencia a Mexicali lo primero que hizo fue buscar gente que compartiera semejante necesidad por espectáculos de primer nivel, ya fueran de música formal o popular, personas que, como exponía el poeta mexicalense Francisco Bernal en su poema “Mensajes musicales” (1948):

La música y el canto
Son un divino encanto
Que hace olvidar las penas
Del diario devenir de las faenas;
Tanto emociona y entusiasma tanto
Que ?quién será el mortal
De noble corazón
Que no diga al oír una canción
O trozo musical: “Hay para vivir una razón”?

   Por ello era inevitable que los melómanos y entusiastas de las manifestaciones artísticas e intelectuales acabaran por conocerse en una ciudad que no llegaba a tener más de cien mil habitantes. Por eso Ravelo asegura que “pronto fue posible involucrarse con este animado grupo” que era la ACPA y recuerda, entre otras presentaciones, la del “Cuarteto Lener, grupo húngaro que huyó de la guerra y en México encontró asilo y auditorios. La soprano Irma González, solista de la Sinfónica de México, cantante de la Opera Nacional, de gran renombre mundial; el Coro de madrigalistas del maestro Luis Sandi, de prestigio nacional, y muchos más”. Pero no todo era música formal y trajes de etiqueta: “En una ocasión se invitó a la Banda del Recodo. La presentación en una radiodifusora la hizo el maestro Guillermo Argote, miembro de la asociación, quien disertó sobre la música, la organización musical y el longevo grupo actuante, notable visión que sorprendió al auditorio y a los asociados”. Otras veces fue tanto el éxito del grupo presentado, como en el caso del Coro de Madrigalistas, que “fue invitado por una asociación del valle Imperial; se obtuvo el permiso de Migración y en Brawley, el maestro Sandi y su Coro hicieron su primera presentación en los Estados Unidos”.
   En cuanto a los conferencistas que la ACPA trajo a Mexicali, hay que se?alar que en esta época, a mediados del siglo XX, Mexicali y su valle se convirtieron en un rico campo de estudio de los sociólogos y economistas mexicanos, lo mismo que de biólogos y expertos en ingeniería agrícola tecnificada, por lo que numerosos investigadores acudieron a esta región del país para estudiar las condiciones de productividad y desarrollo urbano, social, económico y cultural de la frontera norte bajacaliforniana. Por ello, muchos invitados de la ACPA aceptaron gustosos venir a Mexicali y conocer de primera mano el milagro agrícola que entonces era el valle de Mexicali. Ravelo al habla: “por invitación especial se presentó al Ing. Jorge L. Tamayo, economista de gran prestigio, quien disertó sobre Baja California, la economía, el futuro, las riquezas de la región y otros aspectos. El éxito de la conferencia motivó que se le solicitara autorización para publicarla, a lo que accedió agregando un capítulo estadístico, otro de la geografía del estado y gentilmente cedió los derechos de la obra para los fines altruistas de la asociación. La obra se editó con la colaboración del Lic. Alfredo Vargas Pi?era, extesorero del estado, como dise?ador de la parte editorial”.
   El libro resultante, publicado en 1956, se tituló La república mexicana y la Baja California, sus recursos, desarrollo económico, posibilidades futuras y sus más salientes problemas, incluidos mapas y tablas, tuvo el sello de Ediciones ACPA y contó con 92 páginas en total. No hay que olvidar que Tamayo estaba escribiendo por esos a?os su monumental Geografía general de México (1949-1962) en varios tomos y que Ángel Bassols Batalla, otro investigador que fue visitante asiduo de Mexicali y su valle por esa década, también ofreció conferencias auspiciado por la ACPA y la Sociedad de Geografía e Historia, presidida entonces por José G. Valenzuela. Bassols Batalla, quien estuvo en Baja California en 1958 y 1959 publicó su libro Los aspectos geoeconómicos y humanos de la exploración en el territorio de la Baja California (1959), lo que dio pie para que el propio Valenzuela y Georgina Álvarez Padilla publicaran a su vez, Geografía del estado de Baja California, el famoso libro de texto para escuelas primarias y obra básica para que los ni?os bajacalifornianos conocieran las riquezas naturales de nuestra península.
    Otro conferencista que causó revuelo en la población mexicalense fue “el expresidente Lic. Emilio Portes Gil, quien llegó a Mexicali en viaje de negocios. Sus amigos lo invitaron; gentilmente rehusó porque en su calidad de expresidente no quería hablar de política. Alguien le recordó su estancia en la India como embajador y su libro sobre ese país. Su conferencia fue uno de los actos más gustados, importantes y educativos de la prestigiada Asociación civil Pro Arte, cuya obra cultural aún se recuerda con cari?o y nostalgia”, concluye don Miguel Ravelo.  Y aunque Angel Bassols Batalla, cuando vino a Mexicali en 1958, dijo que lo que más le impresionó de  la ciudad capital de Baja California fue “la intensa vida urbana”, las multitudes que no cesaban de darle una vitalidad contagiosa tanto de día como de noche, que esta era “tierra del norte, sobria, aguda, emocionante, hecha para que la vivan hombres de verdad”, esta imagen unidimensional, de gente dedicada únicamente al trabajo duro del valle de Mexicali, debe ser atemperada por esa nueva imagen que la ACPA nos proporciona del Mexicali de esos a?os: una metrópoli ansiosa de arte formal y cultura nacional, capaz de atender galas de bel canto y conferencias sobre la cultura hindú. Una sociedad que ya demandaba manifestaciones culturales de alto nivel y que podía darse el lujo de no sólo traer su auto cadillac último modelo sino de disfrutar de un concierto de música formal, de apreciarlo como un ejercicio de entendimiento, como una faceta indispensable para que una comunidad alcance su desarrollo integral más allá de sus logros materiales o productivos. ACPA fue el instrumento para lograr que Mexicali fuera la capital cultural de Baja California y no sólo el centro político-económico de la entidad.
   Ya en diciembre de 1956, en el número inaugural de la revista Guía de Baja California y Sonora, un periodista con el seudónimo de Miroir exponía la situación cultural vivida en el Mexicali de entonces, donde se quejaba del “reducido número de espectáculos con que contamos” y que incluso estas presentaciones no podían “significar de ninguna manera un adelanto en materia de arte” y que “salvo dos o tres figuritas de teatro frívolo”, lo demás era “puro relleno y del malo”. Lo único salvable para el crítico de marras era la ACPA, que “sigue luchando contra la indiferencia del público y contra las escasas posibilidades económicas con que cuenta, para imponer el teatro experimental en Baja California” y esperaba que pronto se tuviera una sala teatral en Mexicali para el teatro serio que “permita observar, a través de su escenario, el caudal de obras de autores mexicanos y extranjeros que están siendo representadas en la ciudad de México con grandes éxitos de taquilla”. En cuanto a la música, Miroir reconocía que “nos conformamos con los conciertos patrocinados por ACPA, y con los discos que en ocasiones podemos escuchar en la casa de un buen amigo”, lo que demostraba, para aquellas fechas, el lugar central, que esta agrupación ocupaba en la vida cultural mexicalense. Lo que faltaba era trabajar en el perfeccionamiento de los propios artistas de  la ciudad, en el descubrimiento de “importantes valores que pueden representar un nuevo concepto de expresión y colorido para el desarrollo artístico local.”
   Para principios de la década siguiente, la de los a?os sesenta, la estafeta de la promoción cultural pasó, gracias a la presencia de David Pi?era y José G. Valenzuela en la UABC, al departamento de Difusión Cultural de esta institución educativa, donde Alfonso Vidales, Guillermo Argote y Henry Marcot promovieron la música clásica a través del Trío Universitario. Muchos otros miembros del ACPA continuaron difundiendo la cultura en sus respectivas trincheras y para 1969, los que todavía estaban interesados en apoyar las artes, fundaron la corresponsalía del Seminario de cultura mexicana, cuyo primer presidente sería el propio Alfonso Vidales.
   Es importante resaltar que la Asociación civil Pro-Arte de Mexicali surgió en una época en que el estado 29 apenas comenzaba su existencia como gobierno libre y soberano, por lo mismo había una obvia carencia en instituciones básicas que cubrieran todos los aspectos de la vida social, económica y cultural de la entidad. Y, por supuesto, la cultura fue el último renglón atendido por el primer gobierno estatal, cuyas prioridades eran los servicios públicos más imprescindibles que la ciudadanía demandaba. Pero también es cierto que esta misma ciudadanía buscaba mejores servicios educativos y una oferta cultural y artística a la altura de una capital de una entidad federativa. Miroir no estaba solo cuando hablaba a nombre de todos los aficionados al arte que vivían en Mexicali y que se habían “hecho la ilusión de que íbamos a tener una sala teatral en Mexicali”.
   Por eso, estos aficionados aplaudieron cuando el gobierno fundó el Instituto de Ciencias y Artes del Estado en 1955 para promover las artes plásticas en Baja California. Pero la cobertura general de todas las bellas artes era una tarea a futuro, que sólo veinte a?os más tarde, en el sexenio del gobernador Milton Castellanos Everardo (1971-1977), se llevaría a cabo. La ACPA debe ser vista, entonces, como una iniciativa privada en pro de la cultura, un proyecto privado –aunque muchos funcionarios públicos intervinieran en su fundación- que se hizo cargo, en ausencia de actividad gubernamental en esos rubros, de las manifestaciones artísticas y culturales de la capital del estado libre y soberano de Baja California. Por eso, también, no sufrió de las intrigas palaciegas o de la grilla política que socavó muchas otras iniciativas gubernamentales de la segunda mitad del siglo XX. Sin conflictos de por medio, excepto el de allegarse recursos económicos para su sostenimiento, la ACPA debe ser contemplada como un proyecto exitoso, que cumplió con sus objetivos y compromisos de manera destacada y airosa. Con apenas una veintena de personas a bordo lograron que la cultura mexicalense dejara de ser un teatro frívolo o la música de los centros nocturnos.
 Aún ahora, a medio siglo de distancia, la Asociación civil Pro Arte de Mexicali continúa siendo un ejemplo a seguir, un proyecto independiente en pro de la educación artística que demostró que el arte no es un lujo sino una necesidad, un estímulo para que una sociedad de frontera adquiriera conciencia de sí misma y se reconociera como parte de un lenguaje universal: el de la belleza en todas sus formas, el del conocimiento en todas las áreas del saber.

 

Bibliografía

Álvarez Acosta, Miguel, Dúo de pianos, temporada musical 1955-1956, folleto, 25-X-
1955.
Anónimo, “Un grupo que prestigia a Mexicali”, Centinela, 1-XII-1954.
Anónimo, “dúo de pianistas: Ana Luisa y Alfonso Vidales”, ABC, 28-II-1955.
Bernal López, Francisco, “Mensajes musicales”, Cosas mías, carpeta, 1912-1952.  
Estrada Barrera, Enrique, “Las bodas de oro de Mexicali”, La crónica, 18-XI-2003.
Miroir, “Teatro, música y pintura”, Guía de Baja California y Sonora, diciembre 1956.
Ravelo, Miguel, “ACPA de Mexicali”, La voz de la frontera, 17-VI-2003.
-“El maestro Merino”, La voz de la frontera, 24-VIII-2003.